Atraviesa la puerta abatible del único bar del pueblo, un hoyo de sabandijas y prostitutas asquerosas, con paso decidido e inalterable cruza entre las mesas y las miradas atónitas de la no tan distinguida clientela.
Clinch, clinch, clinch, resuenan las espuelas en el talón de las sucias botas de cuero. Sube a la barra del bar apoyandose en un taburete y al tiempo que tira tres cervezas caliente y un whisky apoya sus manos en la cintura haciendo más notable el Schofield que lleva pegado al cinturón.
La multitud rompe en murmullos y el forastero dice «Por favor, les pido silencio», de entre el gentió emerge una voz que contesta la petición «¿Y quien coñ...». La voz es interrumpida por la detonación de una bala en el tambor del revolver del extraño y Francisco Quien cae de espaldas con humo brotando del recien inaugurado orificio en su frente y palabras a medio terminar en su lengua ahora muerta.
El extraño enfunda el revolver que nadie vió salir y alzando la voz dice «Yo soy el nuevo comisario del pueblo, ahora... por favor les pido silencio.»
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